En el estadio de Deportivo Morón, el Fortín cayó 2 a 0 ante Lanús por los 16avos de la Copa Argentina y volvió a dejar una imagen preocupante. Sin fútbol, sin respuestas y con un futuro que exige decisiones urgentes.

El equipo de Guillermo Barros Schelotto fue superado en juego, actitud y eficacia, y nunca pareció estar realmente en partido. Lanús, con una actuación ordenada y dinámica, no sólo manejó el ritmo del encuentro, sino que también aprovechó las debilidades del Fortín, que nunca encontró respuestas.

Los goles llegaron en momentos clave: Ramiro Carrera y Eduardo Salvio, dos de los puntos más altos del conjunto Granate, marcaron la diferencia y sellaron un resultado que incluso podría haber sido más amplio. El 4-2-3-1 de Pellegrino funcionó con equilibrio y precisión, mientras que el 4-3-3 de Vélez mostró un mediocampo débil y una defensa desconectada.

El primer tiempo fue suficiente para que Lanús resolviera el partido. A los 21 minutos, Carrera recibió una asistencia precisa de Agustín Cardozo y definió con clase por encima de Tomás Marchiori, en una jugada que -una vez más- dejó expuestas las falencias defensivas de Vélez. Apenas un cuarto de hora después, a los 36, llegó el segundo mazazo: Marcelino Moreno comandó una contra perfecta tras una pelota parada que desaprovechó el Fortín, arrastró marcas y habilitó a Salvio, que definió cruzado y bajo, sin oposición. Dos llegadas limpias, dos goles. Lanús fue directo, efectivo y aprovechó cada error de un Vélez lento en los relevos y sin reacción anímica.

La segunda mitad fue la antítesis de la primera. El ritmo bajó drásticamente y el partido se volvió trabado, impreciso y sin ideas claras por parte de ninguno de los dos equipos. Vélez, obligado a buscar el descuento, apostó a una fórmula tan repetida como ineficaz: centros sin destino. Con Braian Romero y Michael Santos lesionados, la ausencia de un delantero de área que pudiera capitalizar esos envíos volvió estéril cualquier intento de ataque. Para colmo, las dudas en el arco también se hicieron evidentes, con un Marchiori errático en las salidas y con poca seguridad con los pies. Lanús, cómodo con la ventaja, se dedicó a administrar el resultado ante un rival que nunca encontró el camino.

Más allá del marcador, lo que preocupa en Liniers es la forma. Vélez fue un equipo sin rebeldía, sin sociedades futbolísticas, y con jugadores que parecen no saber a qué están jugando. La línea media fue fácilmente superada, la defensa quedó expuesta en cada avance rival y los de arriba tocaron pocas pelotas con claridad. No hubo reacción ni desde adentro ni desde el banco.

Barros Schelotto no encuentra el rumbo y cada partido parece profundizar el desconcierto. En una institución con historia, recursos y exigencia, el ciclo todavía no tiene identidad, y lo de anoche fue una muestra clara de que los nombres no alcanzan cuando el equipo no tiene juego.

Quedar eliminado tan temprano de la Copa Argentina es un golpe fuerte. Con una hinchada cada vez más impaciente, y un plantel que no responde, Vélez enfrenta un momento decisivo: necesita una reconstrucción urgente, que empiece desde lo futbolístico pero que también toque lo institucional.

El Fortín fue uno de los equipos más goleados en las últimas semanas, y sigue acumulando decepciones. El proyecto debe dejar de ser un eslogan para transformarse en una realidad. Porque cuando no se juega a nada, cualquier rival te deja afuera.

El conjunto de Liniers deberá cambiar rápidamente el chip y enfocarse en su próximo desafío internacional, cuando el jueves 29 de mayo desde las 19 visite a Peñarol por la última fecha de la fase de grupos de la Copa Libertadores. En Montevideo se jugarán más que tres puntos: estará en juego el primer puesto del grupo H y la posibilidad de encarar los octavos de final con otra confianza. Será clave ver si este golpe por Copa Argentina afecta el rendimiento o si el equipo logra reaccionar a tiempo.

Agustina Guadagno

Por Cemba