- Israel intensificó su ofensiva militar por tierra, mar y aire, con bombardeos masivos y nuevas órdenes de evacuación en zonas como Beit Lahia, Jabalia y Deir al-Balah.
- El primer ministro Benjamin Netanyahu declaró que Israel tomará el control de “toda Gaza”, y estableció condiciones para el fin de la guerra: liberación de todos los rehenes, desarme total de Hamas, exilio de su liderazgo y eventual aplicación del plan Trump para Gaza.
- Israel ha comenzado a permitir el ingreso limitado de ayuda humanitaria, pero lo hace bajo presión internacional y con fuertes restricciones sobre la distribución.
¿Qué dicen los actores internacionales más cercanos a Israel?
- Trump parece estar tomando distancia de Israel. Días atrás dejó ver que “los abandonaremos si no terminan esta guerra”. La sensación es que Israel es para Trump una pieza más en la reconfiguración de un Medio Oriente que haga menos guerra y más negocios con Estados Unidos.
- El Reino Unido, Francia y Canadá advirtieron que adoptarán “acciones concretas” si Israel no detiene su ofensiva y permite el ingreso de ayuda.
- La Unión Europea congeló la revisión de su acuerdo de asociación con Israel, apoyada por 17 de los 27 miembros.
- El canciller británico calificó la situación en Gaza de “abominable” y condenó declaraciones como la del ministro israelí Bezalel Smotrich, quien habló de “destruir todo lo que queda” en Gaza.
- Desde dentro de Israel, el líder opositor Yair Golan advirtió que el país corre riesgo de convertirse en una “nación paria”, comparando la situación con el apartheid sudafricano. Por su parte, el exprimer ministro Ehud Barak, señaló que la ofensiva de Israel sobre Gaza “es un desastre estratégico”.
¿Cuál es la situación humanitaria en Gaza?
La prensa internacional tiene vedado el ingreso a la franja. Buena parte de la información proviene de Naciones Unidas y organizaciones de ayuda humanitaria con presencia en el terreno, además de fuentes palestinas, que Israel acusa de falsas. De acuerdo de la UNRWA (United Nations Relief and Works Agency for Palestine Refugees), la situación se ha vuelto dramática:
- El 90% de la población — alrededor de 1,9 millones de personas — ha sido desplazada.
- Más de 52.000 palestinos han muerto desde octubre, según autoridades locales.
- La ONU y organismos humanitarios alertan que el 22% de la población (470.000 personas) enfrenta “hambre catastrófica” (IPC Fase 5, una métrica internacionalmente aceptada que categoriza el nivel de inseguridad alimenticia en 5 fases); más de un millón está en situación de “emergencia alimentaria” (Fase 4) y que 71.000 niños menores de cinco años podrían sufrir desnutrición aguda en los próximos meses.
- El jefe de UNRWA afirmó que el uso de la ayuda humanitaria como arma podría constituir un crimen de guerra. El miércoles pasado, la OMS había advertido que 14.000 bebés podían morir si no se habilitaba el ingreso de insumos en 48 horas. Este ingreso se habilitó luego, aunque no en la cantidad necesitada.
¿Hacia dónde nos dirigimos?
Israel libra una guerra que cree necesaria, en los términos que cree posibles, pero con un costo internacional que hasta sus aliados más firmes empiezan a considerar intolerable. La lógica de la seguridad ha sido llevada al extremo, al punto de disolver la distinción entre enemigo armado y población civil, una distinción fundamental establecida por la Convención de Ginebra. El resultado no es una victoria estratégica, sino una erosión gradual pero constante del capital político de Israel en Occidente.
La comunidad internacional, por su parte, hace lo que mejor sabe hacer: declaraciones enérgicas, sanciones selectivas y advertencias condicionadas a la próxima foto incómoda. Europa congela acuerdos comerciales mientras compra gas natural; Canadá se indigna diplomáticamente. Y Estados Unidos, siempre el actor más decisivo, juega a varias bandas: respaldo militar, presión humanitaria y, si uno escucha a Trump, incluso propuestas surrealistas de convertir Gaza en un “resort administrado por Washington”.
Mientras tanto, Israel se está acercando al punto en que la contundencia militar ya no rinde dividendos diplomáticos, y donde las justificaciones de seguridad pierden poder explicativo frente a las imágenes de niños desnutridos.
Fuente: Federico Merke – Cenital
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